Quiero escapar. Sí, escapar, huir, alejarme...Y no, eso no es de cobardes. Las personas necesitamos escapar de vez en cuando para, al volver, poder luchar con más fuerza. Los fantasmas del pasado me persiguen y yo no puedo escapar. Estoy atada con cadenas a un pesado presente, imposible de moldear a mi antojo. No es que mi vida sea una mierda, es más, vivo mejor de lo que merezco. No me puedo quejar, sería realmente hipócrita. Pero mi mente no piensa lo mismo. Dependo de demasiadas cosas. Económicamente y legalmente de mis padres. Sentimentalmente (por decirlo de alguna manera) de mis amigos, puesto que sólo puedo agarrarme a ellos. Y encima están los estudios...imposibles de dejar en estos momentos, vaya...Pero de verdad lo necesito. Empaquetar lo esencial de mi vida en una maleta, algo de ropa, dinero, recuerdos y alguna que otra foto teñida de gris y lágrimas. Una carta de despedida y un tren a punto de partir. No pensar en nada, no mirar atrás. Avanzar mientras en mis orejas suena mi música favorita y en mi cabeza retumba tu voz. Llegar al aeropuerto y coger el primer avión que salga. No importa donde. Intentar que las lágrimas no caigan, que la mente no piense en nada, que el corazón no lata fuertemente.
Una vez llegado al destino, encontrarse a si mismo, buscar la paz espiritual y todas esas mierdas.
Ale, felicidades. Ya has escapado por unos minutos. Ya puedes volver a esta realidad de mierda.
Anna.